Por una musicología del colapso
Leo a Pedro Ordoñez Eslava y a las múltiples voces que invita a dialogar con él en Autorretrato compartido sobre fondo verdiblanco. Materiales de Musicología Radical (Libargo Editorial, 2024), y pienso: esta es una musicología que siente en/desde/con el colapso que vivimos/creamos como especie en este planeta… [sonrío] ¡qué maravilla!
Esta afirmación puede resultar extraña, debería sentirme conmocionada, y es así, por eso sonrío. Vivimos en un mundo de pantallas y “fake news” donde las personas eligen democráticamente a empresarios/banqueros/monstruos devoradores de mundo, mientras acarician sus espejos negros, hacen "selfies" y videos en/de un mundo transformado en simulacros. Un mundo donde las personas no recuerdan, no leen, no escuchan, ingieren cantidades inconmensurables de fármacos y drogas, queman los pulmones del mundo, enloquecen con los “viernes negros”, y luego lanzan todo lo comprado al río más cercano, mientras contempla el genocidio, ecocidio y epistemicidio en la pantalla digital del año… etc., porque los horrores continúan. Un mundo, resumidamente, en colapso.
¿Qué musicología hacemos en este mundo? Y digo musicología, como podría decir ciencia en general, sea social, médica, biológica, química, tecnológica, académica, popular, experimental y también, largo etc. Se suma, que entre ciencias no nos escuchamos, y esto, a pesar de la apremiante inter, multi, trans-disciplinariedad. La gente de ciencias “sociales” cree que tiene la verdad, la gente de ciencias “científicas” también, mientras se disputan quién entiende y pontifica con más derecho sobre los cuerpos teóricos, metodológicos y encarnados. Entre medias, los cuerpos, como el nuestro, son cuerpos en disputa de ciencia en ciencia. Los cuerpos de las prácticas artísticas, por ejemplo, en medio de tanto "logocentrismo", quedamos reducidos a cuerpos enmudecidos que, subidos a una tarima, somos descritos, analizados, y desmembrados para gloria del conocimiento autorizado.
Pedro lo denuncia, y dice Sí, eso es la universidad. Su escritura es creativa y autoetnográfica, su conclusión es que necesitamos una “musicología radicalmente indisciplinada” (p. 75). Para mí, una musicología del colapso. Para vivirla, Pedro nos ofrece un “manifiesto” que comparto, porque me atraviesa como el río que se desborda durante la tormenta. De nada sirven las universidades si las comunidades no respetan, aman y cuidan al río. Las empresas transnacionales con su necropolítica y la “cientifización”, esa: “Tendencia a dar excesivo valor a las nociones científicas o pretendidamente científicas” (RAE), han entubado al río, generando un colapso total de todo aquello a lo que el río daba vida. Ahora este colapso le da la fuerza para destruir su prisión. Yo creo en la universidad atravesada con furia por el río, en la universidad que sabe ser una con la furia del río, y conmociona a las personas, obligándolas a escuchar todo aquello que se negaron a contemplar, y al suelo, que se desmorona bajos sus pies…
Gracias Pedro, Marina, y colegas todos(as) tejidos radicantemente en este delicioso libro.
Créditos de fotografías:
1) Susan Campos Fonseca, Pedro Ordoñez Eslava y Marina Hervás en Granada (diciembre 2023), cortesía de Bárbara Campos Fonseca.
2) Fragmento de Autorretrato compartido sobre fondo verdiblanco. Materiales de Musicología Radical (Libargo Editorial, 2024), p. 39.
3) Idem, p. 149.
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