Cuando la música reta a la universidad
Este 29 de Mayo de 2019, en el marco de la serie Sonidos XXI, se presentó en la Sala María Clara Cullell de la Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica, el Proyecto Monstera. Estrenaban un programa con cinco obras nuevas, comisionadas especialmente para este proyecto. Las obras fueron: “Oscuridad” de Eve Chavez Cordero (1996), “Hora Pico” de Daniel Garrigues Herrera (1988), “Laberinto” de Valeria Bregón (1990), “Fronteras” de Eddy Monge (1994), y “Un mundo en partes frágiles” de Susan Campos Fonseca (1975).
Desde que tuve el programa del concierto en mis manos, supe que estos jóvenes estaban investigando cómo renovar los rituales del concierto tradicional académico: el programa era un origami. Inclusivo su forma de organizar la disposición instrumental, saliéndose del escenario para ocupar todo el espacio de la sala y "abrazar" al público en una experiencia inclusiva. Supe que este era un ejercicio de emancipación para estos jóvenes estudiantes, y lo celebro.
El Proyecto Monstera es una iniciativa de jóvenes instrumentistas, que asumieron el reto de comisionar obras nuevas a compositores/as residentes en Costa Rica. En su convocatoria, escribieron:
“[…]el Proyecto Monstera surge como iniciativa de cuatro estudiantes de la carrera de música de la Universidad de Costa Rica para proyectar e incentivar la producción de nueva música. El proyecto en sí, busca ser novedoso desde su conformación (saxofón [Iván Chinchilla Dannenberg], corno [Luis Alfaro Bogantes], piano [Virginia Villalobos] y percusión [Andrés Chaves Serrano y José Rafael Jara Jara]) hasta el repertorio por tocar, ya que este no se limita a ningún género, estilo o forma en particular y más bien, incentiva a que los compositores busquen y desarrollen música a través de experiencias, concepciones e interpretaciones de problemáticas sociales que cada uno experimenta y vive.
[…]el proyecto busca exponer y sumarse a los cambios necesarios para combatir las problemáticas sociales, en este caso con el arte; para que así, quien escuche y viva el concierto, también pueda empezar a sumarse a estos cambios. Por lo tanto deseamos que cada una de las obras que se escriban para este evento contengan un trasfondo temático entorno a una problemática que usted sienta necesaria exponer; ejemplos de estas son los temas de contaminación ambiental, femicidios, seguridad social, pobreza, desigualdad, etc.”
Cuando recibí su invitación un 16 de febrero de 2019, sentí un profundo orgullo, porque eran estudiantes de la universidad en que trabajo, y era su iniciativa, no había ninguna mediación de profesores ni proyectos, no era una asignación ni tarea obligada por el currículo de ningún curso o programa, estos jóvenes instrumentistas, entrenados por nuestra universidad en la “música académica”, había decidido asumir el reto de gestionar un proyecto artístico, y que este tuviera un compromiso social, que pensara desde la música el tiempo que les tocaba vivir.
No es un secreto que la “música académica” no siempre toma en consideración estos parámetros para la gestión de proyectos artísticos. La academia es narcisista por excelencia. Se considera importante el simple hecho de su existencia, y no se cree necesario justificar las desiciones estéticas o técnicas que se eligen. El pensamiento musical académico en general, se explica por medio de la teoría, la historiografía eurocentrísta o nacionalista, sumando discursos intelectuales de “trascendencia" o "supremacía cultural”.
En Costa Rica, cuando vamos a un concierto de “música nueva”, siempre nos encontramos con los mismos nombres, igual pasa en las instituciones públicas, todo parece estar diseñado para que un discurso hegemónico se sostenga, y los estudiantes de “música académica” no siempre cuestionan esto.
El nacimiento de Proyecto Monstera me da esperanza, porque demuestra que las personas jóvenes son capaces de asumir retos con profesionalismo y responsabilidad artística, intelectual, ética y estética. Yo creo que los espacios de la universidad deberían motivar proyectos como estos, porque son los que demuestran la pertinencia de nuestra existencia como institución de educación superior. Nuestro objetivo como universidad no es perpetuar sistemas canónicos, ni reforzar cánones locales. Lo que nos da sentido, es enseñar y aprender a pensar críticamente nuestro pasado, innovar en nuestro presente, y transgredir cualquier futuro posible. Lo que hace a la universidad pública tan necesaria, es su tiempo, donde todo se derrumba. Necesitamos fomentar el valor y la esperanza, porque quizás no podamos cambiar el mundo, pero sí podemos cambiar nosotros/as mismos/as.
Meditación butō No. 6 “Un mundo en partes frágiles
La obra que escribí para Proyecto Monstera, fue resultado de una investigación sonora postminimalista, realizada en colaboración con la diseñadora de audio Jessica Gamboa. Esta investigación fue motivada por el debate abierto por la muestra A World in Fragile Parts, presentada en la 15va Bienal de Venecia, celebrada en 2016. La composición explora una idea propuesta por la curaduría de Brendan Cormier (Victoria and Albert Museum): “in technology, form and process it explores how the ‘conservation of the immediate present’ can act as a political document.”
Consecuentemente, esta obra medita acerca del instante de desmoronamiento y colapso, trabajando con material sonoro considerado representativo de Costa Rica. En resumen, la obra puede explicarse como una exploración forense de las músicas con que se diseñó la identidad sonora de país, la marimba y quijongo de la región norte y Caribe: las provincias de Guanacaste y Limón. Esta meditación propone un tejido entre restos, porque la invención de las músicas nacionales requieres ser pensada críticamente.
Un agradecimiento especial a la artista de música electrónica, Jessica Gamboa, y al guitarrista Oscar Jiménez, quienes participaron en el estreno de mi obra “Un mundo en partes frágiles”. Jessica se fue hasta Guanacaste, a grabar el paisaje sonoro de la región para incluirlo en el diseño del estreno, y Oscar aceptó construir el solo para quijongo que imaginé para esta obra.
Susan Campos Fonseca,
Turrialba, 2 de junio de 2019